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@ arantxalopezc
2024-05-09 02:02:16A veces tomar decisiones importantes se siente como lanzarse de una tirolesa —o tirolina, como ustedes la conozcan— .
Estaba pensando en eso porque en el momento en el que dije que comenzaría a crear, dar el paso importante y no parar, me sentí tranquila pero después, cuando vi todo lo que eso significaba, se me aceleró el corazón.
Es que el reto de decirle que sí a las nuevas oportunidades es grande — por el miedo — . El atreverse, aceptar, no retroceder y trabajar constantemente en las cosas que quieres no siempre es tan sencillo. Te cansas, te da ansiedad, lidias con situaciones que no ves como parte del éxito sino como fracasos y te vas arrepintiendo de mucho. Quieres hacer pausas, volver al lugar seguro y tranquilo en el que estabas y quedarte por ahí otro rato.
También es un tema de paciencia, de qué tan rápido o lentas se dan las cosas.
Yo me he tirado de varias tirolinas, es algo que me gusta. Recuerdo la última en la que me subí, fue hace como dos o tres años. Desde abajo se ve solo como una cuerda larga que está en lo alto y ya pero por alguna razón eso la hace atractiva.
Una amiga y yo subimos las escaleras hasta donde estaba el encargado con el arnés. Él nos preguntó quién iría primero y yo callé, mi amiga dijo que ella se lanzaría. El operador le acomodó el arnés, le dio las instrucciones y le avisó que ya se podía lanzar. Mi amiga se paralizó, no pudo, le dijo al muchacho que se iba a bajar. Se quitó todo y volvió a bajar por las escaleras.
Esa fue su decisión y creo que en ese caso fue la correcta. Igual la aplaudo porque no se forzó a hacer nada, aunque tomó la iniciativa luego se dio cuenta de que no se sentía preparada y no se quedó callada. Siguió adelante con lo que le pareció lo mejor en ese momento, no tirarse.
El muchacho me vio y me preguntó si me tiraría. Dije que sí. Me puso el arnés, me paré en el borde de la torre y cuando vi hacia abajo y hacia adelante sentí miedo. Tuve que retroceder un paso y entendí aún más el porqué mi amiga no lo había hecho. Sí estaba muy alto y la otra torre muy lejos.
Respiré. En partes quería bajarme pero también quería hacerlo. Dudé. Le pregunté al muchacho si él podía empujarme cuando le avisara y me dijo que sí, que cuando estuviese lista. Volví a respirar, di el paso hacia adelante, me quedé en el borde y le dije “ya”.
El muchacho me empujó y sentí un vacío en el pecho, después mucha emoción y me causó risa. Iba muy rápido y no veía a dónde llegaría, el aire me pegaba en la cara, tenía los pies colgando en lo alto y ahí iba yo. Feliz porque estaba avanzando.
Hay momentos en los que me angustia la idea de quedarme varada en el medio del camino porque he visto que sí pasa. Cuando no hay suficiente impulso, falta peso o están desgastados los cables y se frena la unión de arriba, solo te sostiene el arnés, estás en lo alto pero no te mueves hacia ningún lado. Sí te sacan aunque tardan en lograrlo. Son situaciones con las que podrías enfrentarte y hay que prepararse para ello, no demasiado porque también es buen relajarse un poco.
En ese viaje que hice todo fluyó. Llegué al otro lado en unos minutos, me detuve en la otra torre y bajé. Lo amé. Y lo repetiría varias veces, sé que volvería a sentir miedo y pediría el empujón para después agradecer el haber tomado esa decisión de lanzarme de lo alto y llegar a otra parte.
Así me he sentido estos días, como todo lo que he dicho, en muchos aspectos. Supongo que ya me lancé y ahora estoy cruzando el camino solo que es muchísimo más lejos y aún no he definido la torre de llegada. A pesar del vacío, del estrés y la tensión sí siento que estoy disfrutando de este viaje, eso fue lo que decidí. Pedí que me empujarán y estoy aquí, llegando a otra parte, a un lugar que no es el mismo del que me tiré porque así es como funcionan las tirolesas.